Un objetivo preferente de la industria editorial europea se asentó en la difusión de obras latinoamericanas afines a las temáticas escriturales de lo real maravilloso, el realismo mágico, el cuestionamiento del imperialismo, el post colonialismo y las infaustas consecuencias de un modelo económico fundamentado en las materias primas y en la sobreexplotación de la mano de obra. La estilística surgió como una modificación paradigmática del costumbrismo y naturalismo poético, que tomó dos directrices claras: la experimentación cosmopolita y la inclinación por las problemáticas sociales, en un contexto de efervescencia social y transformación demográfica.
Lo último prevaleció como elección dominante de los lectores casuales, lo que favoreció el conocimiento a gran escala de autores como Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y Mario Vargas Llosa, eximios autores secundados por buenos y malos plagiadores o imitadores, quienes, inspirados en la prosa excelsa de los citados, hicieron usufructo de los nuevos tiempos, sin poseer una predilección sintomática por el cuestionamiento de los múltiples problemas sociales y sus causas estructurales.
En pleno 1960s europeo, en un escenario prefijado por los asuntos existencialistas, la descripción copiosa de una sociedad desencantada de los ideales igualitarios y grandes proyectos políticos, el desengaño por la mítica de los ancestros y próceres, la anticuada idea de glorificación nacional, y el proceso de la postmodernidad, las obras de Ítalo Calvino, Pier Paolo Pasolini y Elias Canetti se constituyeron como un auténtico oasis de un continente en búsqueda de proyectos comunitarios. El desarrollo a gran escala de la televisión, los estertores de la época dorada de Hollywood y la irrupción de la música rock, copiosa en letras llanas, directas y confrontacionales, marcó el descenso progresivo y axiomático de lectores de la gran novelística.
La industria editorial europea, patente de la situación y ávida de nuevas direcciones culturales, fue en búsqueda de propuestas en los lindes de Occidente -Grecia, Turquía, Rumania-, con autores como Odiseas Elytis, Giorgos Seferis, Nazim Hikmet, y Eugène Ionesco. Para agregar, la literatura de los autores rusos en el exilio -Sholojov, Solzhenitsyn- sirvió como dispositivo sustancial del derrumbe de los pilares fundamentales del comunismo de estado. En el Oriente, la literatura japonesa daba cuenta de los conflictos entre la tradición y modernidad, y la abrupta transformación en una nación industrializada. Sin embargo, nada de lo anterior parecía atractivo para el lector casual, cada vez más familiarizado con aparatos electrónicos de nuevo cuño. Fue así que los focos editoriales se dirigieron a Latinoamérica, la comarca paradisiaca que se rebelaba contra el autoritarismo y las elites decimonónicas, grandes luchas de las que el primer mundo sólo veía ecos cuasi insustanciales a través del hippismo -absorbido y/o anulado por la cultura dominante- y otros movimientos contraculturales.
Sin duda, García Márquez fue el autor paradigmático de la literatura latinoamericana del siglo XX. Sus novelas, profusas en la mezcolanza de lo fantástico y lo realista, eran construcciones de enorme imaginación. La narrativa garciamarquiana mostraba al mundo los conflictos capitales de una región convulsa. Gabo, Surgido en una época de narradores experimentales y académicos -José Donoso, Cabrera Infante, Juan Rulfo-, en que los poetas insignes de corte whitmaniano pasaban a segundo plano, ya sea por una militancia rígida a los imperativos soviéticos o troskianos, o a una profusa intelectualización, García Márquez derrumbó la puerta de la gran literatura, y no era difícil de predecir en aquellos años que el colombiano sería uno de aquellos escasísimos ejemplos del autor prestigioso superventas. Sus obras magnas son el legado para la posteridad y de seguro, prevalecerán por centurias. Como nunca antes, Latinoamérica estaba en el tapete mundial. El cosmopolitismo y la metaficcionalidad, anclas de la literatura borgiana -indispensable en la estilística y leitmotivs del realismo mágico- eran relegados por la paisajística selvática, la intuición, la magia y las referencias socio-culturales.
Hacia fines de los 1980s, con la caída de los regímenes dictatoriales del cono sur, el reemplazo por los gobiernos democráticos, la preferencia por la literatura latinoamericana decayó irremediablemente. En una época de aceptación del consumismo -sin sostenibilidad económica, de segunda mano, ambulante e informal-, la aceptación ideológica de la instantaneidad y la masificación de las computadoras personales, internet y teléfonos celulares, las editoriales y sus ferias temáticas se dirigieron sin dubitación hacia nuevos nichos, como la literatura infantil y juvenil, los comics, y la predilección por el género de terror, ciencia ficción, el feminismo de cuarta ola, autobiografías y en especial, los libros de autoayuda.
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